El discurso mediático y político nos hace creer que los intereses y prioridades del capitalismo y del mundo empresarial son los mismos que los de la ciudadanía. Que la productividad es nuestra máxima y que solo debemos ocuparnos de quienes rinden. Pero la realidad es muy diferente, las personas buscamos el bienestar y la felicidad, el desarrollo personal, propio, de nuestros seres queridos y de la sociedad en su conjunto. Cuidamos y nos cuidan porque somos seres sociales y sin redes ni apoyo mutuo la supervivencia no es posible.
En la vida hay momentos para aportar y otros en los que necesitamos parar y recuperarnos, o en los que todavía no estamos preparados para ello, o ya lo hicimos y merecemos descansar. Todos somos dependientes en algún momento de nuestra vida, al nacer y durante los primeros años, en la vejez o cuando enfermamos. En esos periodos podemos ver más fácilmente cuan importantes son los cuidados. Por ello, una victoria de la clase trabajadora es que el estado del bienestar proteja esas situaciones.

En concreto, para esas paradas intermedias está prevista la prestación por incapacidad temporal, pero ¿cuánto dura? La ley recoge un límite de 365 días. ¿Qué ocurre si llegado el momento no nos hemos recuperado completamente para trabajar? Es posible la prórroga pero hay que estudiar cada caso concreto. Si procede, la baja puede alargarse hasta 180 días más, y en último caso, si continuando el tratamiento médico nuestra recuperación sigue siendo posible, puede extenderse hasta otros 6 meses. Es decir, el límite máximo son 730 días. Si pasado ese tiempo la recuperación sigue siendo posible entraríamos inevitablemente en un proceso de incapacidad permanente que se revisaría posteriormente.
Durante todo ese tiempo ¿cobramos prestación? ¿También durante las prórrogas? ¿Quién la paga? ¿Y nuestro puesto de trabajo?

Todo esto y mucho más en este recurso laboral.

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Imagen by Sigmund on Unsplash

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