Un años más nos encontramos ante las puertas del 8 de Marzo, el día internacional de las mujeres trabajadoras (esto es, de todas). Esta vez nos encontramos con una dificultad más, ésta no viene, por una vez, de aquellos que consideran este día como un ataque a sus privilegios, sino por una pandemia que está, nuevamente, demostrando que aquelles que más sufren sus consecuencias son las precaries, les empobrecides, les marginades: las personas que este sistema expulsa a los márgenes por no cumplir los roles que les han sido impuestos.
Este contexto dificulta que podamos encontrarnos por miles para abrazarnos, gritar y luchar juntes, pero no por ello dejaremos de intentarlo, de utilizar nuestras redes más próximas para encontrar esa hermandad a la que tanto temen, una hermandad revolucionaria: aquella que sólo puede ser fruto de quienes nos respetamos, nos miramos como iguales dentro de nuestras diferencias sabiendo que por mucho que dure esta lucha y por muchos problemas que nos encontremos les plantaremos cada, batalla a batalla, hasta la victoria.
Este año queremos recordar la lucha de nuestras hermanas, de nuestras abuelas, de todas aquellas mujeres que se enfrentaron al patriarcado, a la tiranía, a la violencia… dijeron basta y consiguieron situar su lucha como abanderada en la conquista de derechos, a pesar de que la historia y los hombres que la han escrito se haya esforzado mucho para eliminar cualquier rastro de ellas y recluirnos en el interior de los muros de las casas. Nosotres no las olvidamos, son nuestro ejemplo, son nuestro resorte, el lugar al que mirar cuando nos reprimen, nos insultan, tratan de culparnos… Si ante tantas dificultades se unieron y plantaron cara a maridos, padres, patrones, ministros o reyes, nosotres tenemos la obligación de continuar la lucha hasta alcanzar el mundo que sabemos puede y debe existir.
Renunciemos y desechemos nuestros privilegios, luchemos para que todes podamos tenerlos, solo así podremos hablar de verdaderos derechos. Sólo así podremos destruir su sistema y una vez que el viento se lleve sus cenizas del suelo limpio florecerá el cambio.