Cigarreras, la sororidad hecha carne

Nos encontramos en el primer tercio del siglo XIX, el país, al igual que la mayoría de países europeos, se ve inmerso en un proceso de cambios: un rey en su lecho de muerte, liberales contra conservadores y, entre medias, el pueblo despojado de derechos y con hambre, también de conquistas, empieza a organizarse y galopar.

En este contexto, el ente mujer no es reconocido como sujeto político, mucho menos como sujeto revolucionario o transformador. Los roles que la sociedad imponía a las mujeres en esa época no distan mucho de los que se tratan de imponer hoy, por una parte de la sociedad, para cumplir el perfil de “buenas mujeres”.

Es en esta España donde sobreviven y trabajan las “cigarreras”, mujeres que cambiaran la historia, aunque la historia no les dedique párrafos en sus páginas. Rompieron sus cadenas, como muchas lo habían hecho antes, pero esta vez consiguieron, con su organización y constancia, poner en jaque al sistema. No sólo luchaban por sus derechos laborales, luchaban por su libertad y eso removió los cimientos de un pueblo que comenzaba a desperezarse.

No sólo luchaban por sus derechos laborales, luchaban por su libertad y eso removió los cimientos de un pueblo que comenzaba a desperezarse

1830 fue el año, el barrio de Lavapiés el lugar. Allí las obreras del taller de tabaco decidieron decir basta. Basta a la baja calidad del tabaco que llegaba a las fábricas, lo que les hacía más arduo su manipulado. Basta a los míseros salarios que percibían que se verían más mermados por la menor producción, como consecuencia de la nueva materia prima. Basta a las largas jornadas laborales, con frío o calor. A sufrir enfermedades respiratorias y oculares… Dijeron basta a vivir sin derechos y comenzaron a reescribir su historia.

Muchas fueron las conquistas que consiguieron, no sólo en esta lucha, en las decenas que le siguieron, mejores condiciones laborales, la creación de hermandades de socorro que después evolucionarían a las cajas de auxilio. Apostaban por la auto organización y el apoyo mutuo como respuesta a sus problemas de trabajo y de vida, sin nunca dejar a ninguna compañera, vecina: hermana, atrás. Desarrollaron sistemas de crianza colectivos en los talleres, de cuidados y asistencia para las que no podían trabajar, por enfermedad, edad… Mejoras en las condiciones de salubridad… Cambiaron la visión de la mujer, convertida en obrera, en cabeza de su propia casa, su propia familia, ahora con autonomía económica no tenían que someterse a los dictámenes de la moral católica.

Algunos ejemplos más (pidiendo disculpas por no estar todos los que son) de su lucha en el siglo XIX:

A Coruña 1857

Primera huelga de mujeres en Galicia y vanguardia del movimiento obrero de mujeres en España.

Se movilizaron entre otros motivos en contra de la aparición de las nuevas máquinas en su fábrica, arrojando éstas  al mar. Hicieron frente desde el tejado y arrojando tejas a las tropas que mandaron para entrar a la fábrica y poner fin a la huelga.

Lograron derechos como salas de lactancia, guarderías o escuelas dentro de la propia fábrica

Madrid 1872

Ésta huelga fue el primer conflicto de una serie de apariciones de ludismo en Madrid que comenzaron en 1872. Las cigarreras sufrían falta de material y retraso en las pagas  lo que provocó que se destrozaran máquinas y artilugios mecánicos en forma de protesta

León 1880

Noviembre de 1880. Alrededor de 700 mujeres se niegan a entrar en la fábrica, exigían que el director de esta fuera despedido.

Sevilla 1885

Entre 3000 o 4000 cigarreras se amotinaron a la hora de salida y destrozaron todo el mobiliario que encontraron ante los rumores de la llegada de nueva maquinaria a la fábrica que supondría perder sus puestos de trabajo. Las revueltas continuaron al día siguiente provocando enfrentamientos con la Guardia civil.

Xixón 1903

Protagonizaron la primera gran huelga de mujeres en Asturias. 800 cigarreras con el apoyo de 600 compañeras, también cigarreras, dijeron basta ante el intento de modificar su tarea y, por tanto, reducir sus sueldos en una tercera parte. Durante 9 días mantuvieron en jaque a toda Asturias.

El siglo XX también estará marcado por sus luchas, sus reivindicaciones, por su sororidad. Se convirtieron en la alegría del pueblo y el temor de los enemigos de este, su solidaridad entre compañeras, huelgas, motines… cualquier acción iniciada en alguna tabacalera era apoyada y secundada por el resto. Lucharon juntas y juntas pasaron a la historia como “las cigarreras”.

Nos dejaron un legado marcado por el compromiso con la lucha por sus derechos, esos que les pertenecían, que nos pertenecen a todas, pero que están secuestrados por un grupo de dinosaurios defensores de sus privilegios.

Nos demostraron que no vale con 2 manifestaciones al año para conquistarlos, que es necesario un compromiso diario de organización y lucha. Que la solidaridad y la sororidad no sólo son palabras para usar en manifiestos y vaciarlas de contenido. Qué son una manera de vida, un deber de todas para cambiar este mundo.

Nos demostraron que no vale con dos manifestaciones al año para conquistarlos, que es necesario un compromiso diario de organización y lucha

Nos enseñaron que el feminismo no sólo es cuestión de teorías, que es imposible hablar de él si no nos incluye a todas, si los “avances” de unas suponen retrocesos para muchas. Sufrieron el silencio de la historia, como lo sufren las luchas de las compañeras fuera de los márgenes de occidente y de las instituciones. Que para luchar contra el sistema no es necesario estar dentro de él.

Que no nos engañen, cuatro leyes vacías de contenido no van a cambiar las cosas, son nuestros actos diarios los que cambian la sociedad. Luchemos para conquistar lo que nunca debieron quitarnos.

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